Una mañana de domingo distinta

Por Francisco J. Díaz

 

Despertar y prepararse una papilla de frutas, un té verde y media tostada con aceite es un buen comienzo de mañana, pero si lo haces a las 5:30 de la mañana de un domingo, se trata de un desayuno al que ya hay que echarle valor.

Desayunas rápido, te vistes, vaselina para los roces, banda del pulsómetro, reloj, pulsera para el cajón de salida, dorsal, …, y todo lo necesario para la batalla, ya que a las 6.00 salen los compañeros en tu búsqueda para emprender el viaje a Sevilla.

 

Una vez que llegamos a las cercanías del estadio, foto de rigor con los compañeros, y poco a poco los nervios comienzan a florecer de forma exponencial, ya no hay vuelta atrás, caminas a la línea de salida pensativo y continuando el proceso de mentalización para enfrentarse a la MARATÓN.

 

Sigo queriendo retener todos los consejos que nos habéis proporcionado, Jose Mora: “disfruta, no tengas prisa, no mires la línea verde, disfruta de la ciudad”, Juan Iglesias: “estáis preparados, ánimo, llegáis seguro”, … Ufff, ya estamos en meta de forma escalonada, en mi cajón junto con Ivan y Paco. Los tres pensamos cada uno en nuestras cosas, mientras tanto repaso mentalmente mi estrategia. Debo pensar en la carrera, no desconcentrarme, cada 10 kilómetros glucosa, cada hora, sales, al kilómetro 17 un gel, y al 34 el segundo, y beber, beber y beber, aunque no tenga ganas.

Sabemos que durante todo el recorrido estarán nuestros compañeros, arropándonos, gritando, animando, y así fue, todo vuestro apoyo nos ayudó a llegar a la meta.

 

Pasamos el kilómetro 10 los tres juntos, ninguno daba muestras de debilidad y las pulsaciones estaban en su rango. Poco a poco salía el sol y la ciudad se abría a los corredores. Pasamos la media maratón y cada uno de nosotros tenía sensaciones diferentes. Paco se descolgaba un poco, no iba como tenía previsto. Iván sentía molestias en su rodilla, con lo que le costaba seguir el ritmo programado. Llegó el kilómetro 30, y perdimos de vista a Paco. Iván decidió bajar definitivamente el ritmo e ir en búsqueda de Paco y acompañarle, así su rodilla no sufriría en exceso.

 

 

Y es ahí donde la maratón dice "aquí estoy yo…". Los kilómetros empiezan a pasar factura, trato de concentrarme y pensar en que queda menos de una hora, que lo peor ya ha pasado, y en una de las vueltas del recorrido aparecen Sara y Juan dando ánimos. Que alegría verlos, que explosión de adrenalina… Y detrás de ellos saltó Sebas "yo te llevo Fran, vámonos". Cómo te agradezco este gesto, tiraste de mi hasta el kilómetro 36, ibas a por el agua, a por las esponjas, … Cuando llegó el 36 me dijiste “te quedas sólo, voy a buscar a otro para remolcarlo, te dejo en este punto de la carrera y ya entenderás por qué”.

 

Me quedo sólo, sólo pero acompañado de un público espectacular, de una ciudad que se vuelca con la maratón, y sí, sólo 6 kilómetros para terminar, los más bonitos. Del 38 al 40 sufro, y mucho, pero ya estaba terminada, sólo quedaba la entrada al estadio, donde rompo a llorar, a partir del túnel de entrada al estadio ya no duele nada, la satisfacción de terminar la MARATÓN supera con creces todo lo sufrido.

 

 

 

 

A partir de ahí, la incertidumbre, ver aparecer a tus compañeros de batalla reconforta, empañando un poco el estado de

ánimo el que Paco se tuviese que parar en los servicios médicos para salir de dudas de su malestar.

Ha sido la primera, y no sé si la última. Ahora toca recuperarse y dentro de un tiempo quién sabe. Un día y una marca que no olvidaré en mi vida. Que no olvidaremos ni Dani, ni Edu, ni Iván, ni Paco, ni Tuti, ni Rafa, ni 'Chica', ni Manolo ni un servidor.

 

 

Francisco Díaz.

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